Diversidad cultural con perspectiva de género

14 de abril de 2025

Una mirada interseccional para la inclusión

En el camino hacia entornos más inclusivos, es esencial reconocer que las personas no vivimos una sola forma de identidad ni enfrentamos una única forma de discriminación. Esta idea es la clave del enfoque interseccional, que nos invita a comprender cómo se entrecruzan distintos ejes de desigualdad —como el género, la cultura, la etnia, la clase social, la orientación sexual o la discapacidad— generando experiencias únicas de inclusión o de exclusión.

 

En 2015, migré sola de Brasil a España. Como persona migrante, nunca había parado a pensar en cómo el género atravesaba mi trayectoria. En aquel entonces, me enfoqué en adaptarme culturalmente, aprender un nuevo idioma y reconocer mi identidad cultural. Solo muchos años después comprendí cómo mi experiencia como mujer migrante estaba marcada no solo por mi origen cultural, sino también por las normas de género, expectativas sociales y estructuras de poder que actuaban sobre mí de maneras específicas. Esa conciencia me llevó a percibir la diversidad con una mirada más amplia, entendiendo que hablar de inclusión sin una visión interseccional es quedarse en la superficie.

 

Comprendiendo la interculturalidad y la equidad de género

La interculturalidad no se limita a la presencia de diferentes culturas, sino que implica una interacción respetuosa, horizontal y transformadora. Reconoce los diferentes los saberes, valores y formas de vida, promoviendo el diálogo y el aprendizaje mutuo. Es una práctica activa que desafía el etnocentrismo y fomenta la equidad en las relaciones.

 

La equidad de género busca corregir las desigualdades estructurales que históricamente han afectado a mujeres y personas con identidades de género diversas. Se trata de reconocer las barreras específicas que enfrentan distintos grupos y de diseñar respuestas justas y contextualizadas. La equidad de género es clave para alcanzar la igualdad de derechos y de oportunidades, es decir, es el medio para lograr la justicia social.

 

Cuando combinamos ambas perspectivas, entendemos que ni las identidades culturales ni las de género son homogéneas. Una mujer afrodescendiente migrante, por ejemplo, no vivirá las mismas experiencias que una mujer blanca autóctona.

 

Principales barreras para una inclusión interseccional

Si entendemos que una perspectiva interseccional es la clave para una inclusión real, ¿por qué nos cuesta tanto aplicarla?

 

Aquí comparto algunas de las posibles barreras:

 

· Estereotipos culturales y de género: en muchos contextos se asume, de manera implícita o explícita, que ciertas culturas son "menos avanzadas". Esta mirada eurocentrista y reduccionista invisibiliza las luchas locales, las formas propias de liderazgo y las estrategias comunitarias de resistencia. Además, refuerza estereotipos de género (como roles tradicionalmente asignados a mujeres) que obstaculizan el acceso equitativo a oportunidades, especialmente para quienes viven en la intersección de múltiples desigualdades.


· Conflictos derivados de una comunicación intercultural limitada: las diferencias en los códigos culturales —como el lenguaje corporal, los estilos de comunicación (directos vs. indirectos), las formas de expresar emociones o la relación con el poder— pueden generar malentendidos, tensiones o exclusión. Sin una formación intencionada en la competencia intercultural, estas diferencias se malinterpretan como "problemas personales" o "falta de habilidades".


· Ausencia de políticas inclusivas con enfoque interseccional: muchas veces, las organizaciones tratan la diversidad cultural, el género, la discapacidad u otras dimensiones de forma aislada. Esta mirada fragmentada impide entender cómo estas dimensiones interactúan y se potencian mutuamente en las experiencias de discriminación. Sin un enfoque interseccional, se deja fuera a quienes enfrentan formas múltiples y simultáneas de exclusión.


· Resistencia al cambio: promover la inclusión implica cuestionar los privilegios y, en algunos casos, renunciar a ellos, lo que suele generar tensiones y resistencia. Algunas personas temen perder espacios de poder o sienten que ya se ha hecho “suficiente” por la inclusión, sin entender que apenas hemos empezado este camino de cambio cultural.

 

Interculturalidad como aliada de la equidad de género

La interculturalidad puede ser una gran aliada en la promoción de la equidad de género, siempre que se aborde desde un enfoque crítico, que cuestione tanto las desigualdades internas de cada cultura como las jerarquías impuestas desde fuera. Algunas estrategias clave pueden ser:

 

· Escucha y empatía: reconocer que las realidades son distintas. Evitar juzgar desde parámetros masculinos y occidentales. En lugar de asumir, es preferible preguntar y valorar las múltiples expresiones.

· Formación en competencia intercultural: la capacitación continua nos ayuda a gestionar los sesgos inconscientes, mejora la colaboración en equipos diversos y fortalece el respeto por otras formas de ser, hacer y pensar.

· Políticas inclusivas adaptadas al contexto: las medidas de inclusión deben responder a la realidad concreta de cada grupo. Por ejemplo, los protocolos contra el acoso deben considerar cómo se manifiestan el poder y la violencia en distintos entornos culturales.

· Visibilización y referentes: fomentar el acceso de mujeres, personas no binarias y personas de distintos orígenes culturales a espacios de toma de decisiones. Esto enriquece las perspectivas y transforma los modelos tradicionales de poder.

· Espacios de diálogo intercultural con perspectiva de género: crear instancias donde se compartan vivencias y se escuchen voces diversas es clave para construir relaciones más horizontales y decisiones más inclusivas, teniendo en cuenta las adaptaciones necesarias, ya que las formas de participación son diferentes según los roles de género.

 

Hacia una inclusión consciente

Los seres humanos no somos inclusivos por naturaleza; nuestro cerebro está programado para detectar lo diferente como una posible amenaza, es un mecanismo de supervivencia. Si no hacemos nada, estaremos seguramente reproduciendo sesgos, discriminaciones y dinámicas de exclusión. Por eso, la inclusión no ocurre de manera automática: requiere un esfuerzo consciente, intencional y constante.

 

La interseccionalidad es una guía práctica para repensar la inclusión. Nos obliga a preguntarnos constantemente: ¿a quién estamos dejando fuera?, ¿quiénes no están en la mesa cuando se toman decisiones?, ¿cómo se cruzan las formas de discriminación que afectan a ciertas personas?

 

Aplicar una mirada interseccional a la diversidad cultural y de género significa entender que las experiencias de las personas están atravesadas por múltiples factores, y que la inclusión solo será real cuando se escuchen todas las voces, especialmente las que históricamente han sido silenciadas.

 

Como migrante, entender el rol del género en mi historia me permitió ampliar mi visión y comprender que no hay una trayectoria única, ni una única forma de ser discriminada. La inclusión real comienza cuando dejamos de hablar sobre las personas y empezamos a hablar con ellas, en igualdad de condiciones.

Helena Moço Lopes

Formadora y consultora en Diversidad, Equidad e Inclusión

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